lunes, 11 de noviembre de 2013

Tintineante es la espada que se agita esta noche. No hay verdugo, no hay prisionero y sin embargo sigue preparada, para decapitar cabezas. Para amansar a las fieras.
Dice el gran rey, el todo poderoso que no es la fe, que es la malicia la que al hombre persigue, la que el viento nunca se lleva.
Espada que apunta a inocentes, solo para escribir la ley. Sólo por dar castigo.
Arrodillemonos en esta vasta pradera, escondamonos del gran huracán.
Tintinea la espada, tintinea contra el sonido del viento. Hombres y mujeres exclavizados y ejecutados por una opinión, por un pretexto. Que ironico no querer ser castigados, que ironico parece, mientras en nuestro día a día  somos propios ejecutores de leyes absurdas, damos castigo a cuantos inocentes.
Sin perdón nos ofenden, sin maldad nos rehuyen, el gran rey quizás tuvo razón. No hay valientes que perdonen, no hay esclavos que no ofendan. Cuerpos de nada, vacios de todo.
Tintinea la lengua cuando dispara fuego, en los patios, en las escuelas, en los trabajos. Siempre hay un inocente y siempre un verdugo.
Lamento mis palabras, lamento mis hechos. Lamento lo que aún no hice y todo lo que ni siquiera quise.
Verdugos de felicidad, ejecutamos lo posible, pensando que será mejor ejecutar que ser ejecutado.
El dolor a veces se plasma en un alma triste, el dolor no se alivia dando inocente por culpable.
Así lavamos nuestras penas, así pagamos nuestras tristezas. Humanos locos que se desprenden de la unidad.
Apuntilleamos, exageramos tanto que llegamos a inventar. Las palabras que no pesan, a veces el viento no es capaz de llevar. Hay palabras de fuego que se marcan y pueden romper la amistad.
Astutos locos que ocultan su verdad tras las palabras de otros, tras la ilusioria realidad



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